Si la marmota Phil sale y ve reflejada su sombra en el suelo, todavía quedan más de seis semanas de mal tiempo. La primavera está lejos. Es lo que marca la tradición cada 2 de febrero en algunas zonas rurales de Estados Unidos y Canadá, aunque en realidad el Día de la Marmota tenga sus orígenes en Europa. Esta es una fecha marcada en el calendario cristiano como el Día de la Candelaria, que se sitúa justo en el punto medio entre el invierno y la primavera.
En Alemania añadieron a la ecuación un erizo para conocer las previsiones del tiempo a través de su sombra, pero cuando allá por el siglo XVIII cruzaron el charco y se establecieron en Pensilvania, remplazaron el punzante animal por una hermosa marmota, que es una de las especies que más abunda en la zona.
La marmota saldrá de su letargo si no ve reflejada su sombra porque el cielo está nublado. El frío pronto escampará y tendrá la oportunidad de disfrutar de las bondades de la primavera. Esto significa sol, agua y comida. Toda esta simbología se trasladó en 1993 al cine con Groundhog Day (Atrapado en el tiempo en España), un film en el que el legendario Bill Murray interpreta a Phil Connors, un meteorólogo de la televisión que todos los días despierta en el mismo día.
Se trata de una película de corte casi metafísico. ¿Te imaginas cómo sería despertar todos los días para vivir exactamente lo mismo que en el día anterior? Con razón Phil desespera, incluso intenta desaparecer, pero finalmente es capaz de hacer un importante examen de su vida y poner en orden sus expectativas y prioridades.
¿A qué estás esperando tú? Todos nos hemos sentido atrapados en el tiempo en alguna ocasión. Hemos pensado que todos los días son iguales, que la rutina nos desespera, que los horizontes no nos ofrecen ni un ápice de esperanza. Salir de la rutina en el puesto de trabajo no es fácil y depende de muchos factores que no siempre puedes manejar. Sin embargo, y del mismo modo que Phil Connors en aquella cinta de los noventa, tú también tienes la oportunidad de alcanzar nuevas metas. ¡Vamos a por ellas ya!
1. Hola, soy Phil. ¿Puedo salir de la madriguera ya?
Te llames Phil, Eduardo o Cristina. Puedes salir ya. Nadie vendrá a sacarte de la madriguera a rastras. Así que lo primero que debes hacer para salir de la rutina del trabajo es desechar los miedos: déjalos en la madriguera. Buena parte de las conductas que nos autoimponemos como rutinas tienen que ver con lo bien que nos regodeamos en nuestra zona de confort.
No hacemos grandes cambios, por si acaso no salen bien las cosas. Pero al mismo tiempo nos echamos tierra encima y sufrimos porque nuestros días son absolutamente soporíferos en el interior de esta cueva. No estamos aquí para darte una lección de autoayuda (ni lo pretendemos), pero debes saber que con todos tus miedos como mochila te resultará muy complicado abordar cualquier cambio. Y hemos venido a jugar, ¿no?
2. Salir de la rutina en el trabajo en parte es imposible
Todos los años llega el día de la marmota, porque todos los años llega un invierno y una primavera. Asumir la rutina en el trabajo como algo completamente lógico es lo más saludable que puedes hacer desde ya. La vida es rutina por naturaleza y es conveniente saber adaptarse a ella. De hecho, a los niños la rutina les proporciona calma y seguridad. A los adultos también nos pasa.
Aceptar que tienes que levantarte y acudir al puesto de trabajo que has elegido (especialmente si no tienes la menor intención de cambiar) es lo más sensato que puedes hacer. Todas las personas asumen rutinas todos los días, porque no hacerlo es abocarse directamente al desastre social, emocional y, supuesto, económico. Nadie dice: Bueno, estoy harto de la rutina en el trabajo, me voy a dar la vuelta al mundo con mi autocaravana. ¡Adiós, jefe mío, ya te apañarás! Esto no significa que no puedas aplicar cambios a tu día a día. Pero eso es otra a cosa y vamos a ocuparnos de ella en el siguiente punto.
3. Añade pequeños cambios a tu día a día
Tienes que trabajar para comer, vestirte y ocuparte de los tuyos. Hasta aquí entendido. Pero, ahora… ¿qué puedes hacer para que los días sean más placenteros y se alejen de las rutinas más aburridas? Aplicar pequeños cambios a tu día a día te ayudará, aunque te parezcan gestos sin importancia.
Por ejemplo, acudir a la oficina en un medio de transporte distinto, cambiar la ruta fija de todos los días, bajar a desayunar con los compañeros, tomar ese café que siempre rechazas, estrenar una aplicación nueva, decir que sí a la salida al teatro, probar esa herramienta de la que todo el mundo habla tanto, aceptar esa formación que dejaste de lado porque creías que no tenías tiempo, hablar con esa compañera que creías que no era muy simpática, teletrabajar desde casa, desde un apartamento o desde la cafetería dos o tres veces por semana… Aunque no lo creas, los pequeños cambios tienen súper poderes. Lo mejor de todo es que notarás sus efectos al instante.
4. Sé proactivo a la hora de participar en nuevos proyectos
Seguramente no bastará con aplicar pequeños cambios a tu día a día para salir de la rutina del trabajo. Si sientes que la falta de desafíos y motivación está lastrando tu vida, será necesario que des un paso más. ¿Has pedido a tus responsables más directos participar en nuevos proyectos? ¿Has ofrecido tu ayuda al equipo para contribuir en otras iniciativas? Si tu respuesta es un no me lo han ofrecido y realmente tienes ganas, debes preguntarte por qué.
Es muy posible que tus jefes hayan observado que no estás lo suficientemente motivado, que no tienes ganas ni disponibilidad y que, por tanto, no seas la persona adecuada para encargar ese nuevo proyecto. Por eso es fundamental que muestres tu buena predisposición y te manifiestes de manera clara y positiva para cooperar. Pronto te darás cuenta de que las cosas cambian.
5. ¿Necesitas un descanso?
Pasa más de lo que crees. Muchas personas disfrutan con el trabajo que tienen, pero de repente, sienten que están agotadas y experimentan una tremenda desazón. Es muy probable que la sintomatología responda al síndrome burnout, por el que los profesionales sienten que están quemados y no tienen oportunidad de levantar la cabeza. Esto es preocupante, porque puede desembocar no solo en la pérdida de motivación, sino en problemas vinculados a la salud física y mental.
Analiza la situación: ¿sientes que estás agotado? Es muy posible que necesites un descanso. No hace falta que sea una semana. Aunque no estemos en pleno agosto puedes pedir vacaciones: aléjate dos días de la rutina y disfruta de aquellas actividades que más te gustan. Puede ser marcharte a un balneario, practicar tu deporte favorito o salir a observar la naturaleza. Sea lo que sea, desconecta. Verás que el cuerpo te pedirá regresar pronto al trabajo que más te gusta con fuerzas renovadas.
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Imagen de portada: chrispiascik
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