A las personas, por naturaleza, nos gusta transmitir nuestros pensamientos, posicionamiento e inquietudes y, además, nos gusta sentirnos escuchados y que se tenga en cuenta nuestra opinión. Cuando un trabajador toma la decisión de cambiar de compañía, algunas de las frases que más abundan en las entrevistas de salida son: «mi responsable y yo no nos entendíamos», «no se tenía en cuenta mi opinión» o «dentro de la compañía no había comunicación».
En la mayoría de relaciones jerárquicas el mayor hándicap es la comunicación, ya sea porque existen distintas necesidades entre una parte y la otra, o bien porque no sabemos cómo traspasar esa barrera con nuestro responsable que, en ocasiones nos la imponemos nosotros mismos y, en otras, es nuestro superior quien la marca. Por eso, es importante trabajar la comunicación, ya que nos ayudará a evitar conflictos y a saber cómo gestionar situaciones que nos incomodan.
A menudo, cuando pensamos en cómo afrontar un problema solamente nos vienen a la cabeza dos soluciones antagónicas entre ellas: la huida o el enfrentamiento. ¿Has oído hablar de la asertividad? ¡Utilízala como tercera solución! La asertividad nos permite defender nuestros propios derechos y principios respetando los de los demás, sabiendo que todos podemos tener distintos puntos de vista ante un mismo aspecto.
Tras optar por una actitud asertiva, ¿cuál es el siguiente paso? Exponer el problema con nuestro responsable. Primero de todo debes tener claro cuál es el objetivo de la conversación, qué puntos son los que quieres tratar y, sobre todo, cuál es tu responsabilidad ante la situación. Es importante que estos puntos los pienses antes, ya que te permitirán poder guiar la conversación y saber así argumentar y razonar tu postura.
Si tu responsable no es demasiado receptivo a sentarse con el equipo para hablar sobre las áreas de mejora de una forma bilateral (es decir, de él hacia vosotros y de vosotros hacia él), lo mejor será que hables del conflicto de una forma indirecta y socrática, de modo que los dos podáis llegar a la misma solución sin que ninguno se sienta atacado.
Una buena opción es guiar la conversación a través de preguntas en las que muestres tu interés por mejorar el funcionamiento interno del equipo, como por ejemplo: ¿Qué es lo que valoras en las personas de tu equipo? ¿Qué crees que podríamos hacer todos para fortalecer las áreas de mejora? ¿Qué opinas sobre el estilo de comunicación que hay en el equipo? ¿Qué crees que se debería potenciar para aumentar los resultados?
De esta forma podrás ver si tu responsable está receptivo para tratar el tema y a aceptar posibles críticas constructivas, ya que entenderá que te preocupas por el bien común y no lo interpretará como un ataque.
Por último, cierre y conclusión de la conversación. El problema siempre debe darse por concluido cuando ambas partes os comprometéis a realizar una serie de actos que mejorarán la situación actual.
Mantener una buena comunicación con tu responsable te aportará muchos beneficios en tu día a día laboral:
- Fomentando un ambiente de trabajo relajado y distendido.
- Recibiendo y dando feedback constructivo para mejorar el desarrollo del equipo.
- Aumentando la confianza con tu responsable.
- Mejorando tu rendimiento.
- Creciendo el sentimiento de pertenencia al equipo y a la empresa.
¡La comunicación es vital para el éxito de cualquier reto que te propongas!
Ana Sierra es especialista en selección, formación y desarrollo en el Grupo IMAN
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