Hoy en día las decisiones son muy complejas y el proceso de selección de talento humano también lo es. Alguien dijo una vez que los ministros eran como melones. Les das mil vueltas, los golpeas a ver si suenan bien, pero al final, solo compruebas que está bueno cuando lo abres.
Un candidato es igual. Hasta que no está incorporado en su puesto, no sabes si has acertado en la elección. No, no es solo que la actitud solo se verifique en la práctica, son muchas cosas más, como el encaje en la cultura organizacional, la integración en las dinámicas operativas de la empresa y una infinidad de aspectos. Como digo, la selección del talento es un proceso tremendamente complejo, como lo es la elección del colegio del niño o la solicitud de una hipoteca.
Es aquí donde entra la comunicación emocional. Normalmente procesas un montón de estímulos: lo que ves, lo que tocas, lo que oyes, lo que saboreas, pero también procesas algo que te duele, si tienes calor o frío, ese problema personal que te da vueltas en la cabeza… La cuestión es que estás procesando mil estímulos a la vez.
Si ahora apareciese un tigre en la sala, el miedo –que es una emoción- haría que te olvidases de si hace frío o calor, de lo que oyes, de ese problema e incluso limitarías tu campo visual para focalizar en el peligro. Es decir, lo que hace una emoción es priorizar el número de estímulos que procesas.
¿Selección racional o emocional?
En el contexto actual, en el que todas las decisiones son tremendamente complejas y sujetas a un millón de variables, lo que pedimos es que nos ‘inyecten’ una emoción para simplificar la toma de decisiones.
Si dominas tanto la materia, si estás actualizado, si te integraras bien, cuál de estas cosas tiene más peso en ti… son demasiadas cosas y al final, acabamos tomando la decisión con el estómago. Esa intuición, en muchas ocasiones, dejamos que la condicione un impulso; porque nos transmites confianza, buen rollo, sensación de seguridad, etc., es decir, tomamos la decisión por una sensación no fisiológica, sino emocional.
Es por ello que es importante, cuando eres candidato, que plantees dos líneas de comunicación simultáneas: la racional y la emocional. En la primera, intenta convencer con tus habilidades y aptitudes, incluso también puedes convencer de tu actitud con argumentos racionales, demostrándolo con hechos o ejemplos.
La segunda no cambiarás las ideas. Cambiarás las emociones. El ser educado al entrar y ofrecer confianza y empatía, el utilizar un lenguaje adecuado para el entrevistador o definir bien tu tono ayudarán a generar un clima de confianza, de cercanía o de compromiso.
Lo mismo sucede con el empleador que quiere motivarte. Hoy en día, la mejor opción no suele ser la racional, sino la que nos transmite más confianza o más ilusión y eso solo se puede comunicarse emocionalmente.
Eduardo Lazcano, es consultor independiente en Marketing, Transformación Digital y Desarrollo de Equipos. Autor del libro Comunicación Emocional.
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