Cuando la pandemia se instaló por sorpresa en nuestras vidas, el teletrabajo se convirtió en la solución perfecta. De hecho, muchos pensaban que el teletrabajo había llegado para quedarse definitivamente. Una encuesta realizada por InfoJobs en julio de 2020 reveló que el 55 % de los ocupados estuvieron teletrabajando durante los meses más duros de la pandemia. El doble que antes de la COVID-19. Las redes de teletrabajo funcionaron, pero con la apertura de medidas y la nueva normalidad, no todas las empresas se han mostrado abiertas a mantenerlas. Al menos no al cien por cien.
La pregunta es: ¿qué sucederá en un futuro? Bueno, la apuesta está ciertamente enfocada hacia un modelo híbrido, en el que las empresas ofrezcan a sus empleados la posibilidad de combinar el trabajo presencial, en la oficina, con el teletrabajo. Y aunque en muchos casos esta puede ser una solución acertada, conciliación y teletrabajo no siempre van de la mano.
Teletrabajo y conciliación, ¿es oro todo lo que reluce?
No siempre. Si bien es cierto que muchas empresas han implementado el teletrabajo entre sus empleados para fomentar la conciliación, no todas las personas se sienten todo lo cómodas que quisieran teletrabajando. Hay que tener en cuenta que las realidades personales y familiares de cada uno no siempre son las más idóneas para implantar el trabajo en casa. Ocurre lo mismo con las propias viviendas, en las que muchas veces no hay espacio para alojar un despacho o un entorno de trabajo luminoso, amplio y confortable.
Por si esto fuera poco, el incremento de los gastos en el hogar está siendo uno de los principales escollos para el aterrizaje definitivo del teletrabajo como modelo. El coste de electricidad e internet en el hogar preocupa a los empleados… incluso algunos no terminan de ver esta opción como rentable. A esto hay que añadir otros factores que juegan a la contra. Algunas personas se sienten desvinculadas emocionalmente de su empresa y compañeros cuando trabajan únicamente desde casa. Y otros sienten la disminución de los límites horarios, algo que en un mundo de teletrabajo ideal no debería suceder.
Pero la vida es práctica y a la práctica hay que añadir infinidad de factores disruptivos. Nos referimos a las distracciones e interrupciones. Aunque no lo parezca, en el hogar se producen infinidad de eventos que desconectan a los individuos de sus rutinas de trabajo. Llamadas de teléfono, entregas de paquetes, asuntos familiares y tareas propiamente domésticas amenazan seriamente la productividad.
La importancia de la salud mental
Aunque hasta ahora el teletrabajo se ha asociado a una mayor flexibilidad, es evidente que para muchas personas los límites entre el trabajo y el hogar se han difuminado. Esto ha incrementado de manera considerable la cantidad de horas trabajadas y ha tenido un impacto negativo en la salud mental de las personas.
Además, a esta situación se ha añadido el agotamiento que producen las videoconferencias y la reducción de la calidad del sueño, que influye muy negativamente en la salud física y mental de las personas. Así pues, todo hace pensar que en este nuevo modelo híbrido del futuro, empresas y empleados tendrán que unirse para tomar decisiones y aplicar medidas que favorezcan la productividad, pero que también tengan muy en cuenta la salud de las personas. Que de este modo, el teletrabajo (ya sea al cien por cien o parcial) sirva de verdad para conciliar y no para añadir más presión a las personas.
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