Si de algo sabe Oriol Homs es de Formación Profesional. Como sociólogo, la inserción laboral de los jóvenes y sus necesidades educativas han sido su principal campo de trabajo dentro y fuera de la Fundación CIREM, el Centro de Iniciativas e Investigaciones Europeas en el Mediterráneo que dirige y que centra su actividad en el asesoramiento en el ámbito social.
Su principal propuesta, mientras se espera la llegada de un crecimiento económico que de momento carece de estímulos, es un plan de choque para introducir cientos de miles de jóvenes en las empresas mediante prácticas o becas reguladas. Un enorme programa que introduzca a los jóvenes en las empresas. También reclama, ante los discursos que ven en el emprendimiento la solución a los males del mercado laboral español, una apuesta por las pymes y los autónomos.
¿Hay algo que se pueda hacer contra la enorme tasa de paro juvenil que hay en España?
El problema es cómo generar empleo cuando la actividad, que es la que genera empleo, no está funcionando. Este es el problema grave: o hacemos políticas a favor de que el mercado sea capaz de absorber esa mano de obra o hemos de buscar políticas alternativas al mercado porque si no, no hay solución.
Por tanto, ¿el problema es la ausencia de estímulos económicos y la austeridad?
El problema más gordo es que si seguimos supeditando las políticas de crecimiento a las políticas de restricción presupuestaria con la rigidez que se está haciendo no hay solución. Si no se incentiva la economía, la economía no funciona. Y si no funciona no hay puestos de trabajo. Se precisan incentivos: cuanta más actividad económica haya más posibilidades hay de que los jóvenes puedan acceder a un empleo.
Y en ese marco también podríamos discutir si hay que priorizar a los jóvenes o no. Es decir: si hay más actividad habrá más empleo para todos. ¿Qué parte irá a los jóvenes? Eso está por ver. Tras la última recesión importante, la de los años 70, sí se priorizó a los jóvenes porque tenían un problema de envejecimiento muy elevado de sus plantillas y además encontraron unos jóvenes muy bien formados, preparados, con ganas de trabajar y con salarios más bajos.
Es decir, que hay que esperar a que llegue el crecimiento y aún así nada garantiza que los jóvenes encuentren hueco.
A la que haya brotes de mejora de la situación y haya una mayor actividad económica, en principio tiene que haber una renovación importante de la mano de obra y de oportunidades. ¿Para todos los jóvenes? No, seguramente para aquellos que estén bien adaptados a los requerimientos del mercado laboral. Y por lo tanto son los jóvenes que tengan un mayor nivel de educación y preparación profesional los que tendrán mejores oportunidades.
¿Qué otros factores pueden influir?
Hay uno de más largo alcance, que es el gran envejecimiento de toda la población en España y, por lo tanto, hay una salida hacia la jubilación muy elevada y habrá muchos más en los próximos años. En estos momentos esas personas que se jubilan no se renuevan o pocas se renuevan, pero cuando la economía funcione un poco mejor habrá una renovación muy importante de esas personas que van hacia la jubilación.
¿Nos podemos permitir pasar años con esta tasa de paro de juvenil? ¿Qué se puede hacer hasta que vuelva el crecimiento económico?
Hay que poner en contacto a los jóvenes con las empresas a partir de prácticas o becas o cualquier fórmula que, dentro de un marco regulador, facilite que los jóvenes estén en situación de trabajar. Porque todos sabemos que la mejor forma para encontrar trabajo es a través de los lugares en que los jóvenes han hecho prácticas durante su periodo de formación. Hay que acercarles a las empresas durante su formación o inmediatamente al final de la misma, porque es muy posible que cuando haya un puesto vacante sea este joven que ya se conoce y ya se ha valorado quien lo ocupe.
¿Y las ayudas a la contratación?
No tienen demasiados resultados, porque las empresas, si no tienen trabajo, no contratan jóvenes por que haya ayudas, a no ser que las incentivemos muchísimo: que haya una reducción muy fuerte del coste de esa mano de obra. Por lo tanto, e insisto, la única vía que se me ocurre es promover becas o prácticas para situar a los jóvenes en las empresas y que desarrollen sus competencias, sus capacidades y que estén profesionalmente en contacto con otras empresas.
Pero los jóvenes en paro son los que, en teoría, ya han acabado su periodo formativo. ¿Cómo se les incluye en esas prácticas?
Habría que hacer una política de grandes dimensiones: no sirve para nada experiencias muy bonitas y válidas como contratar a diez, veinte, cien, mil jóvenes… Tenemos centenares de miles. Hay que ir a medidas estructurales, más de fondo, que permitan una movilización. Y una llamada a las empresas para que colaboren bajo la responsabilidad social de compartir una sociedad: una beca de 200, 300, 400 euros se lo puede permitir cualquier empresa que tenga un mínimo de funcionamiento que no esté en la bancarrota o a punto de cerrar. Que lo hagan centenares, miles de empresas.
También debería haber un acuerdo negociado entre los sindicatos y las organizaciones empresariales para evitar que haya abusos. Y con un plazo determinado: hasta el momento en que haya una reactivación. Un plan de choque que se implemente prioritariamente en los sectores que van a tirar de la economía en los próximos años, como la economía verde, por ejemplo.
Con el retraso de la jubilación –fruto de la reforma ya aprobada o de las que puedan llegar–, ¿se dificulta aún más la entrada de jóvenes al mercado laboral?
Con la jubilación tenemos un problema estructural de fondo: el envejecimiento de la población nos obliga a repensar el proceso de retirada del mercado de trabajo de la población. No tiene ningún sentido que personas que están en sus capacidades normales, laborales, intelectuales, físicas, etcétera se retiren del mercado de trabajo cuando todavía tienen por delante 20 o 30 años de vida. Hay que buscar fórmulas en las que se retrase y se flexibilice. El único problema que tendríamos ahí es que no estaríamos incentivando suficientemente la contratación de jóvenes porque no se retirarían tantas personas mayores, aunque a medio plazo tanto los unos como los otros harán falta para sufragar el sistema.
¿Y el contrato de relevo?
Es una buena idea. Pero tenemos una retirada del mercado de trabajo antes de la edad de jubilación y eso hoy no tiene ningún sentido. A lo mejor ese contrato de relevo se podría hacer a partir de los 65, pero esa idea de transferir la mano de obra con mayor experiencia y sabiduría hacia otro joven es una muy buena idea.
Otra reciente propuesta: el pago de una cuota reducida de autónomos de 50 euros durante seis meses para los jóvenes. ¿Qué le parece?
Hay que ver en qué se concreta. Se están barajando algunas ideas buenas y otras que no sé la eficiencia o el impacto que van a tener. Hay que promover que las personas tiendan a emprender. Vamos a un tipo de economía y sociedades con más personas autónomas o por cuenta propia o empresarios, sin que vaya a desaparecer el asalariado. Hay ideas que no son factibles: que todo el mundo puede estar trabajando en su casa, autoocupado, y que así se generan redes y que con eso se genera riqueza… Se generará riqueza pero poca. Se necesitan empresas y grandes empresas capaces de generar productos y bienes y servicios en un mundo muy globalizado que requiere grandes estructuras y grandes organizaciones.
¿Qué clase de estructuras laborales prevé tras la salida de la crisis?
El peso de la economía de servicios va a seguir aumentando y esa economía permite otro tipo de organización del trabajo que no requiere esas estructuras que son las empresas clásicas. Gente que trabaja por su lado, con redes, con contactos, con socios, etcétera, eso irá aumentando. Eso hay que promocionarlo. Es la nueva economía que va saliendo de la crisis.
Pero también hay que ser pragmático: es mucho más eficiente apoyar a las pymes para que generen empleo que generar autoempleo o emprendedores. Esa obsesión ahora por el autoempleo y el emprendimiento no debería ir en menoscabo del apoyo a las pymes, la clave en la estructura productiva de nuestro país. Es mucho más rápido, menos costoso, mucho más eficiente y podemos aumentar muchísimo más la productividad en nuestro país si apoyamos a que las pymes puedan generar empleo.
¿Cómo se puede ayudar a las pequeñas empresas?
El marco regulador de la actividad económica está pensado para grandes empresas cuando la realidad es que en nuestro país la mayoría son pymes y micropymes. Tanto la ley de sociedades limitadas, como de contratos, como toda la norma jurídico mercantil, debería repensarse porque una organización micro –de 2 a 5 personas– no requiere las mismas normas que una empresa de 200, 2.000 o 20.000 trabajadores.
Y hay que cambiar la figura del autónomo, definida inicialmente como un caso residual entre los grandes grupos: trabajador por cuenta ajena, funcionario o los empresarios. Pero ahora va a tener mucha más importancia. Hasta ahora, el de los autónomos ha sido un marco regulador muy flexible, pero necesitamos dotar a los autónomos de una mayor seguridad: paro, bajas médicas, etcétera.
Volviendo sobre los jóvenes: otro de los procesos actuales es la emigración en busca de oportunidades laborales. ¿Estamos volviendo a los años 60?
No tenemos las cifras claras, pero aunque no las tengamos sabemos que es un fenómeno significativo que merece la pena prestarle atención, porque supone un cambio de tendencia respecto a los últimos años, en que España ha recibido inmigrantes. Pero también hemos de situar bien el fenómeno porque seguirá creciendo el número de jóvenes que van a ir a trabajar fuera en el proceso de internacionalización de nuestra economía.
Durante muchos años hemos pensado, junto con toda Europa, que era muy bueno que los jóvenes estudiaran en diferentes sitios. Hoy es más normal que un joven que se ha formado en dos o tres universidades de dos o tres países haya conocido gente, haya establecido redes y ahora las aproveche profesionalmente. Por eso tampoco nos debe asombrar que muchos jóvenes hayan decidido que su espacio profesional es Europa y salen del país. Y esos jóvenes, con esa mentalidad, me preocupan menos: funcionan en una red que ha saltado ya las fronteras nacionales.
Pero no todos son Erasmus en perpetuo movimiento…
No. Y, de hecho, me preocupan más los jóvenes que no encuentran trabajo aquí y van a buscarlo fuera. Este es un proceso migratorio más tradicional, como el que hubo en el pasado. Con la variante de que ahora son jóvenes altamente cualificados. Si el mensaje es que en España no hay futuro para ellos, no van a volver nunca más; si en España se trabaja para reactivar la economía y se reactiva, seguramente esos jóvenes entrarán en un circuito laboral internacional en el que nos moveremos todos en un mundo mucho más globalizado.
Por último, ¿qué se puede hacer con los “ninis”?
Con los “ninis” no se puede seguir diciendo que no quieren ni estudiar ni trabajar. Pues sí, hay algunos que no querrán, pero será porque pueden hacerlo dentro de un entorno social y familiar de sobreprotección. Pero ahora estamos más bien hablando de las personas que han acabado sus estudios y que no encuentran trabajo, y que no ven claro que estudiando más puedan resolver su situación. En esa situación convendría dos cosas:
Hemos de plantearnos por qué tantos jóvenes abandonan antes de lo deseable los estudios. Hay un problema del sistema educativo, que no es capaz de motivar a un número sustancial de esos jóvenes. Nos hemos de replantear cómo diseñar ofertas educativas más atractivas, más interesantes. Un ejemplo: en Formación Profesional, las prácticas en empresas las ponemos al final del segundo año, con lo cual los jóvenes tienen que esperar dos años a poder tocar su profesión. Si se adelantara a los primeros meses de FP, ayudaría mucho más a orientar y motivar mejor a los jóvenes.
Con respecto a los que no pueden trabajar porque no encuentran trabajo la propuesta es situarlos en una situación de trabajo a partir de becas y prácticas que faciliten ese contacto. Reduciríamos enormemente los “ninis”.
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