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19 de octubre de 2017
Querida candidata:
Te agradezco que te hayas dirigido a mí para preguntarme algunos consejos para enfocar tu entrevista.
Me comentas en tu mail que opinas que los hombres lo tienen más fácil que las mujeres para presentarse a un puesto de trabajo y poner en valor sus habilidades. Yo creo que los hombres tienen una serie de ventajas en el mercado laboral respecto a las mujeres, no lo negaré. Con los años las diferencias se han ido reduciendo paulatinamente, pero tenemos todavía un largo camino por recorrer.
De todas formas, no pienso que ellos lo tengan más fácil en la entrevista. Creo que ambos géneros tienen la misma capacidad para superar una entrevista. Sin embargo, te diré que con los años he percibido una serie de errores o trampas en que caen más a menudo las mujeres que los hombres. Déjame que te las enumere a continuación. Si te ves reflejada, estás a tiempo de corregirlas y enfocar tu entrevista de otro modo:
1. Hablar sobre los logros de una misma en plural
Sin ánimo de generalizar, pues cada persona es un mundo, noto una tendencia a una excesiva humildad en el lenguaje que emplean las mujeres para hablar de sus logros en la entrevista.
La mujer tiende a hablar de sus logros en primera persona del plural, sin darse cuenta de que ello le resta credibilidad ante quien la escucha, y, si vamos más allá, incluso puede interpretarse como una falta de liderazgo.
Buscando, quizás inconscientemente, ese equilibrio entre prudencia y humildad, ellas se venden peor. Y aquí no se trata de mentir ni alardear, sino de otorgarse de forma justa el mérito propio y hacérselo ver al seleccionador. Basta con comparar el impacto que las palabras “yo cerré” respecto a «cerramos un importante acuerdo» provoca en el interlocutor.
A veces incluso, las mujeres en una entrevista, de forma inconsciente, restan importancia a sus méritos, mediante el uso de afirmaciones tales como «tuve suerte», «fue una verdadera casualidad», «se juntaron varias circunstancias positivas que me ayudaron», etc. Ante los ojos de un seleccionador, la impresión es que esa candidata está pidiendo perdón por haber sido profesional y haber conseguido sus objetivos. Craso error. Humildad y prudencia en una entrevista sí hay que tener, pero que el exceso no empañe tus logros.
El candidato y el entrevistador tienen el mismo objetivo: dar con la persona adecuada para el puesto Click to tweet
2. Tirar la toalla antes de tiempo
Considero que, en las mujeres, más que en los hombres, existe una tendencia a querer tener todas las variables del entorno dentro de un cierto plazo seguras.
A un buen número de mujeres, por lo que he podido constatar, les gusta planificar su futuro con una cierta seguridad. Ello implica que ante una buena oportunidad profesional me he encontrado con reticencias y rechazos de algunas mujeres, pues si en sus planes futuros está ser madre o ampliar la familia, ciertos trabajos les producen vértigo. Esto en la entrevista se percibe, las inseguridades de la candidata ante tal eventualidad, algo que un hombre nunca transmite.
Tal como lo veo, ello significa poner palos a las ruedas antes de que se produzca un hecho que de momento no ha sucedido y no tenemos seguridad de que sucederá. Lo he percibido también en mujeres bastante jóvenes, muy bien preparadas: en la entrevista no resultan convincentes porque ellas mismas dudan sobre si serán capaces de realizar un buen trabajo a la vez que llevar una familia cuando llegue el momento.
Mi consejo es ser realista, estudiar muy bien las circunstancias que te rodean y ver si ello efectivamente te está impidiendo aceptar un trabajo de cierta envergadura o son tus propios miedos los que inconscientemente estás proyectando a la entrevista.
3. Dejarse influenciar excesivamente por el entorno
En línea con lo anterior, por un lado, me da la impresión de que, en ocasiones, las mujeres nos dejamos influenciar más por lo que opinen los demás de nosotras que los hombres.
En el momento de prepararnos para una entrevista, una excesiva preocupación en este sentido nos puede perjudicar, al restarnos naturalidad y abocarnos a mostrarnos demasiado encorsetadas, como quien juega un papel.
En la entrevista, en general, la falta de espontaneidad suele darse más en mujeres que en hombres. Yo te diría que no atribuyas excesiva importancia a qué pensará el seleccionador de ti, pues ello te pondrá a la defensiva en el momento de responder a ciertas preguntas. Una entrevista de trabajo no es un pulso, sino una conversación en que tanto candidato como entrevistador tienen el mismo objetivo: dar con la persona adecuada para el puesto.
Por otro lado, en relación con lo que comentaba de la influencia de lo que opinen los demás sobre nosotras, es muy positivo que vayas informada y hayas comentado con tu entorno familiar que tienes una entrevista, pero, por desgracia, no siempre los comentarios que reciben las mujeres son de apoyo.
En ocasiones me he encontrado con candidatas que me han confesado que su familia no ve muy claro que se presente al puesto. Obviamente, y aunque la candidata no lo diga en la entrevista, este tipo de cosas en el inconsciente de algún modo deben pesar. No te puedes presentar a la entrevista con la misma fuerza si recibes el apoyo de tu entorno que si de entrada ya te ponen pegas. Hay que tener en cuenta el efecto que algo así puede tener en cómo desarrolles tu entrevista, tanto en un sentido como en otro.
No soy nadie para decirte que dejes de escuchar a tu entorno, pero sí me lo permites, para finalizar, sí te diré que escuches a tu corazón antes que nada para que te guíe en el proceso y en la entrevista.
¡Mucha suerte!
Sílvia Forés es Directora de Recursos Humanos de Baker & McKenzie Barcelona y experta en selección de personal. Autora del libro de Plataforma Editorial: «Solo puede quedar uno. Diario de un proceso de selección».
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